No es poco habitual encontrarse en una conversación con la palabra fascista, y ponerse a discutir sobre qué es el fascismo y qué no lo es. Cuáles son las definiciones de fascismo, si son características de regímenes en un momento histórico ya pasado, o siguen vigentes para regímenes que hay o pueda haber hoy en día. Preguntas sobre si el Estado español es fascista, si el Partido Popular es fascista, si lo es el PSOE o el Tribunal Supremo, o si nada de esto lo es.
Sin duda se abusa de la palabra fascista. Basta con que haya una actitud retrógrada, abiertamente de derechas o autoritaria para tachar de fascista a alguien, sorprendentemente también para países que tenían o tienen un sistema socialista. Pero, ¿Es hablar del fascismo hablar de algo del pasado?
La creciente ascensión de los partidos ultraderechistas en Europa y parte de los países más industrializados nos demuestra que no es así, partidos que desde luego tienen sus raíces en los regímenes fascistas de los años 20 y 30 del pasado siglo, y que, como no podía ser de otra forma, en un momento de crisis capitalista pasa a ser un instrumento de la burguesía contra el movimiento obrero.
Sin duda el fascismo ha resurgido, ya sea en forma de grupos más violentos, como los grupúsculos neonazis, o de una forma más sutil, si así se puede llamar a Intereconomía y demás medios de comunicación ultraderechistas.
¿Qué es, entonces, fascismo y qué no lo es? Dejemos que sea la Historia la que nos de una lección, y vayámonos a la época del auge fascista en Europa, 1935, y que sea el soviético Dimitrov quien nos lo aclare:
“El fascismo no es una forma de Poder Estatal, que esté, como se pretende, “por encima de ambas clases, del proletariado y de la burguesía”, como ha afirmado, por ejemplo, Otto Bauer. No es “la pequeña burguesía sublevada que se ha apoderado del aparato del Estado”, como declara el socialista inglés Brailsford. No, el fascismo no es un poder situado por encima de las clases, ni el poder de la burguesía o del lumpenproletariado sobre el capital financiero. El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos.”
Si nos fijamos, Dimitrov descarta una serie de características que quieren darle al fascismo pero que, sin duda, no son su esencia. El fascismo, en su esencia, es la forma más brutal, más terrorista del estado burgués, contra los movimientos populares, contra la izquierda, contra ese sector más concienciado de la clase obrera y anticapitalista.
Pero sigue Dimitrov:
“Hay que recalcar de un modo especial este carácter verdadero del fascismo, porque el disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza.”
Decía en el párrafo anterior Dimitrov que ese chovinismo, esa xenofobia, racismo, nacionalismo exacerbado, es parte íntegra del fascismo, y en este párrafo podemos comprender, si miramos a nuestro alrededor, que también es una forma de alienar a las clases. Incluso hoy en día sigue siendo utilizado por la burguesía a la hora de alienar a las masas: En forma de futbol, culpando a los extranjeros por la crisis o negando la lucha de clases, en busca de una pretendida unidad nacional, arrastrando a clases que sin duda les falta una concepción de lucha de clases que no les hemos sabido, hasta ahora, hacer comprender.
Sigue el texto:
“El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí, donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países, donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece el monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo, en el momento en que se agudice de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar –sin alterar su carácter de clase- la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo.”
Ojo al dato: En algunos países, el fascismo no tiene por qué desligarse del parlamentarismo. En el Estado español contamos con dos grandes grupos de la burguesía: El Partido Popular y el Partido Socialista. Se reúnen los condicionantes, entonces, para decir que el Estado español es un estado fascista, según la definición de Dimitrov. No es una desfachatez hablar de ello, mucho menos cuando el actual sistema burgués parlamentario vino tras, por una parte, una intensa lucha democrática de las clases más desfavorecidas en la dictadura fascista de Franco, y por otra parte con la fracción en varios grupos de la burguesía que mantenía el poder en base a un líder, más o menos férreo, que era Franco.
Viendo, además, la segunda parte de este párrafo, escrito en 1935, podemos identificarlo completamente con la aparición del Frente Popular en el Estado español, de corte revolucionario, su victoria en las elecciones y el Golpe de Estado efectuado por la parte más reaccionaria del régimen republicano y el ejército español.
Para terminar el análisis de este párrafo, debo recordar las leyes españolas de partido, antiterroristas y otras del Estado español, donde utiliza el terror (incomunicación de presos, torturas, brutalidad policial, estado de excepción, etc.) en aquellos territorios o capas sociales donde ve mayor peligro para su estabilidad. El mayor ejemplo que se puede dar es el de la Izquierda Abertzale, pero no el único, ya que en Andalucía vemos las consecuencias: más de 400 años de cárcel a miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as, casi medio millón de euros en multas, más de 350 personas en proceso de juicio, etc. Y, desde luego, el seguimiento exhaustivo que hacen a los movimientos sociales, pinchando el teléfono, por internet (la Brigada de Información) o, aberrantemente, teniendo listas negras de activistas sociales. ¿Hace falta algo más para demostrar que el Estado español es fascista?
Pero aún no acaba el texto, sigue así:
“La subida del fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía –la democracia burguesa- por otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las más amplias capas de los trabajadores de la ciudad y del campo, para luchar contra la amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países de democracia burguesa, medidas que reprimen las libertades democráticas de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del parlamento y agravan las medidas de represión contra el movimiento revolucionario.”
Desde luego, la burguesía española sigue con el engaño del parlamentarismo burgués, sin embargo es un parlamentarismo en el que, como decía Dimitrov, mantiene incluso a posiciones socialdemócratas (Izquierda Unida entre otras) dentro del sistema, por propia necesidad de supervivencia. Sin embargo hay que tener en cuenta que, en cuanto les sea necesario, prescindirán de ella usando el mismo medio de siempre: Sea ya la guerra civil, como hace 75 años, o sea de forma más sutil siguiendo, a ver hasta cuándo, con las ilegalizaciones de partidos políticos, represión policial y judicial, desinformación y manipulación en los medios de comunicación y tantas estrategias que ya, hoy en día, estamos sufriendo.
Acciones violentas, como la acaecida en Noruega hace unos días, no son aisladas, y sorprendentemente, partidos ultraderechistas ingleses, italianos o franceses, con representación en sus propios estados y en el Parlamento Europeo (así de seguidores tienen) justifican estos actos y, de una forma horrible, cargan contra la inmigración, de matanzas que hacen propios ultraderechistas, fascistas del siglo XXI.
El fascismo está acelerando su marcha y dependerá del nivel de concienciación de clase que seamos capaces de inculcar en las y los obreros que se hagan con el poder o no. El enemigo de clase está rearmándose: Ahora nos toca avanzar a nosotros.
(TEXTO DE DIMITROV: FRAGMENTO DE “INFORME ANTE EL VII CONGRESO MUNDIAL DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA,” 2 DE AGOSTO DE 1935).
F. J. R. León, Palma del Río (3-08-2011)