(Artículo original de Bruno Carvalho publicado en el portal http://5dias.wordpress.com el 29 de marzo de 2013)
Traducido por Fran J. R. León (12-3-2014)
Prólogo del
traductor:
Bruno Carvalho es periodista y
militante del PCP en Lisboa. Le he leído algunos artículos de opinión muy
respetables y dando un punto de vista muy interesante sobre ciertas cuestiones.
Este artículo es el primero que le traduzco, sin más objeto que dar a conocer
una visión que me parece muy acertada sobre el asunto, más aún hoy que estamos
a pocos meses de las elecciones europeas. La posición del Partido Comunista
Portugués, según la experiencia que tuve con ellos hace unos meses, es muy clara:
Están en contra de la Unión Europea, del Euro y de los mecanismos que van
atados a estas instituciones. Teniendo esto claro, se presentan a las
elecciones europeas, al igual que a otros tipos de comicios, como posición de
poder, como un pulso al poder establecido, demostración de fuerza y como un
megáfono para hacer llegar sus ideas la sociedad de forma en que esta la
asimile. Por supuesto, hacer entrar en contradicciones a los capitalistas y
desenmascararlos es una labor muy importante a hacer en estas instituciones.
Por eso se hace necesario distinguir entre quienes utilizan cualquier lucha,
incluidas las instituciones, para hacer crecer la conciencia y la organización
popular y quienes, basándose en estas elecciones (así como en cualquier otras)
pretenden construir, desde dentro de la Unión Europea, la quimera de un
capitalismo más humano; Bien sea de forma abierta o escondido con un mensaje
izquierdista, en realidad es un desviacionismo derechista por parte de algunos
movimientos obreros y populares. La clase obrera, las organizaciones netamente
de izquierda, netamente anticapitalistas, debemos abanderar la lucha abierta
contra este sistema: No a la Unión Europea, No al Euro, No al BCE. No, en
definitiva, a la unión del bloque imperialismo europeo, encabezado por el
capital alemán. No cabe, fuera de estos tres parámetros, la lucha contra las
imposiciones de la Troika.
Como último apunte, quiero
resaltar las contradicciones que evidencia este mismo artículo entre quienes
desde un punto de vista pretendidamente revolucionario y comunista defienden un
marco de luchas a nivel del Estado español, obviando las realidades de cada
nación bajo el yugo de dicho estado. Sin más, os dejo con el artículo:
LA MALDICIÓN DE MALINCHE: LOS DEFENSORES DEL PROYECTO EUROPEO QUE SE DICEN DE IZQUIERDA:
Mientras escucho a la mexicana
Amparo Ochoa, recuerdo el entusiasmo sincero de unos y oportunista de otros
cuando los indios zapatistas se levantaron en armas en Chiapas. Fue a 1 de
Enero de 1994 y, desde entonces, no paró la movilización política en aquella
región de América del Norte. Los mismos que alimentaban el eurocomunismo y
abrían las puertas a la Unión Europea se deshacían en simpatías por aquellos
rebeldes que subcomandados por Marcos se sublevaran el mismo día en que entraba
el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y el Canadá.
Los nietos de Emiliano Zapata
se sublevaron contra las imposiciones del Estado mexicano sobre la realidad
propia de los indígenas, rechazaban la sumisión económica a los vecinos del
norte y exigían una democracia participativa. Caminaban en sentido contrario a
aquellos que al otro lado del Atlántico poca o ninguna oposición levantaban a
la construcción de una Europa sometida a la dirección política y económica de
las grandes potencias. Estos estaban contaminados por Malinche.
MALDICIÓN DE MALINCHE:
En 1519, uno de los líderes
indígenas ofrece veinte esclavas, algunas piezas de oro y un conjunto de
tejidos al español Cortés. Una de las esclavas, Malinche, se volvió una pieza importante
en la ocupación de México. Además de intérprete, ayudó a los españoles a
obtener informaciones sobre las costumbres sociales y los hábitos militares de
los nativos. También realizó tareas de inteligencia a favor de los
colonizadores. La canción eternizada por Amparo Ochoa, Maldición de Maniche,
habla de los que en pleno siglo XX humillan al nativo y abren los brazos al
extranjero.
“Hoy en pleno siglo 20/ nos siguen llegando
rubios/ y les abrimos la casa/ y los llamamos amigos. Pero si llega cansado/ un
indio de andar la sierra/ lo humillamos y lo vemos/ como extraño por su tierra.
Tu/ hipócrita que te muestras/ humilde ante el extranjero/ pero te vuelves
soberbio/ con tus hermanos del pueblo. Oh/ maldición de malinche/ enfermedad
del presente/ cuando dejaras mi tierra/ cuando harás libre a mi gente.”
LA IZQUIERDA EUROPEÍSTA
En nombre de un supuesto
internacionalismo, hay quien en la blogosfera esputa que los que luchan contra
la Unión Europea y el euro sólo están contaminados por la deriva nacionalista y
que sirven - aunque no lo sepan – a un futuro nacional-socialismo. Estos, que
se atreven a poner en entredicho la lucha anti-imperialista de otros pueblos,
como por ejemplo, el papel de Hugo Chávez en la construcción de una alternativa
política en América Latina, no hacen más que reforzar el proyecto de las
grnades potencias capitalistas. Defender la Unión Europea a toda costa y
defender un instrumento que no tuvo y no tiene otro objetivo que el de
garantizar y reforzar el poder político económico de las potencias del norte de
Europa.
No se trata aquí de defender
una guerra entre el norte y el sur. Se trata de defender la lucha de los
trabajadores del sur por la defensa de su soberanía económica y política. Los
destinos de los que trabajan en Portugal deben ser determinados por ellos mismos.
No deben ser determinados por la burguesía portuguesa y mucho menos por la
alemana. También los destinos de los que trabajan en Alemania deben ser
determinados por ellos mismos. Si no fuera así continuaríamos siendo
colonizados por una estructura que ha sido el hecho central de la desgracia que
nos acompaña hace tres décadas.
Hay gente que dice: “Bueno,
bien, entonces que se junten los pueblos y que tomen el poder en la Unión
Europea”. Esta es la perspectiva clásica de los que creen que mientras no estemos
todos en condiciones de hacer la revolución y de conquistar el socialismo
debemos esperar. O sea, deben esperar por un conjunto de condiciones que muy
difícilmente se darán simultáneamente entre tantos pueblos con características,
historias, condiciones objetivas y subjetivas, en cada momento, distintos. Los
sabios europeístas creen que sólo cuando todos marchemos juntos podremos partir
para la revolución, aunque algunos ya las tengan antes que otros y aunque estos
acaben por perder la oportunidad de poner fin a la miseria porque otros aún no
lo pudieran hacer.
Estos son los que idolatran
todo lo que viene de fuera. Rechazan soluciones nacionales en nombre de un
continente sin fronteras al mismo tiempo que someten cada pueblo a una lógica
supranacional de lucha que parte de la cúpula a la base. Es esta maldición de
Malinche de un género que se dice de izquierda y que se siente superior en
relación a los trabajadores y a los pueblos. Que pertenece a las ideas más en
voga de la izquierda moderna europea – tan viejas como el eurocomunismo – y que
olvida que está colonizada por corrientes políticas que son alimentadas y
toleradas por la ideología dominante. La ingenuidad tiene límites y de la misma
forma que las fronteras de la Unión Europea no fueron derrumbadas para
beneficiar a los trabajadores también la lucha por la liberación económica y
política de cada pueblo no sirve a los intereses del capital.
Durante la larga noche
fascista, había quien entendía que Portugal sólo se liberaría del yugo salazarista
después de la caída del franquismo. Quedaba en las manos de los pueblos
oprimidos por Franco el destino del pueblo portugués. No fue así. También
ahora, debemos crear las condiciones para que los trabajadores asuman en sus
manos las riendas del futuro. Independientemente de la fundamental solidaridad
entre quien trabaja en diferentes países, la batalla, en cada sitio, por la
derrota del proyecto capitalista europeo es la mejor forma de ayudar a la
victoria de los trabajadores portugueses. Los trabajadores franceses tendrán
mucho que ganar con la victoria de los trabajadores griegos.